Un aspecto para muchos desconocido es el cómo influyen los niveles de estrés sobre la producción de colesterol. En el post de hoy hablamos sobre qué hábitos alimenticios aumentan los niveles de estrés y sobre lo que podemos hacer para que nuestro organismo no produzca tanto colesterol.
Continuación del post: «El colesterol: una obsesión II»
El colesterol y el estrés
Es sabido que en situaciones de tensión el cuerpo reacciona liberando hormonas y movilizando grasas y glucosa al torrente sanguíneo, de modo que cuando estamos estresados, nuestro nivel de colesterol se eleva.
El estrés lo definimos como la falta de resistencia frente a las agresiones del medio y los alimentos de naturaleza yin como azúcar refinado, alcohol, cafeína… favorecen esa falta de resistencia de la que hablamos. Los excitantes y estimulantes producen un aumento de energía instantáneo pero de muy corta duración, algo así como la explosión de luz y color de los fuegos artificiales.
Debemos recordar una vez más nuestro pasado salino. La vida se originó en el mar y el plasma sanguíneo es una réplica del océano primitivo en el que se originó la vida. Si restituimos la condición de alcalinidad de nuestro medio interno haciendo un consumo adecuado de sal marina y descartamos de nuestra dieta los alimentos dulces y los estimulantes podemos observar cómo disminuyen automáticamente nuestros niveles de estrés. La sal aumenta la resistencia tanto en el plano físico como en el mental-emocional.
Pautas alimenticias para regular el colesterol
- Evitar el azúcar, el café, el alcohol y el tabaco en primer lugar; lo menos importante es evitar los alimentos ricos en colesterol, se trata de desintoxicar el hígado.
- Tomar aceite de oliva ecológico de primera presión en frío, consumir aceites de pescado, frutos secos en pequeña cantidad y hacer ejercicio aeróbico diario ya que estos aspectos ayudan a regular los niveles de LDL/HDL.
- Consumir cereales integrales y legumbres porque la fibra que contienen impide la reabsorción intestinal del colesterol.
- Tomar derivados de la soja como el miso y el tamari, pescados azules y semillas de lino ya que las grasas que contienen ayudan a emulsionar los lípidos circulantes.
- Insistimos en el consumo de cereales integrales porque las vitaminas presentes en el germen como la A y la E, así como las del grupo B actúan como antioxidantes lipídicos que refuerzan las paredes arteriales.
- Las verduras verdes que ayudan al buen funcionamiento del hígado deben estar también presentes en nuestra dieta.
Son unas pautas fáciles de llevar a la práctica y que permiten observar resultados satisfactorios en poco tiempo.