Las semillas oleaginosas: fuente de salud

Black Sesame Seeds

Cuando nos referimos a las semillas como alimento, hablamos de las oleaginosas, es decir, de las que se puede extraer aceite. Aunque los cereales, legumbres y frutos secos también sean semillas botánicamente hablando.

Existen muchas semillas comestibles, algunas muy conocidas y otras exóticas; las más interesantes, desde el punto de vista del equilibrio energético, son las que describimos en este post.

Cualquier semilla comestible es un alimento completo ya que contiene todos los nutrientes esenciales para la vida. Pensemos que, cuando las semillas se remojan, brotan y permiten el nacimiento de una nueva planta.

El sésamo

Es muy rico en grasas poliinsaturadas, fibra, minerales y vitaminas del grupo B. Los ácidos grasos que contiene ayudan a reducir el colesterol y a mejorar la memoria; así mismo, favorecen la producción de leche durante la lactancia. Su consumo está muy indicado tanto en casos de mareos como de acufenos.

Tiene un elevado contenido en calcio altamente asimilable – diez veces más que la leche de vaca -, por lo que recomendamos su consumo en todas las situaciones que requieren aportes de este mineral: crecimiento, osteoporosis, embarazo, fracturas óseas, etc.

Ayuda a prevenir la calvicie gracias a su efecto activador de la circulación y a su poder antioxidante. Las proteínas y el zinc que contiene nutren a los folículos pilosos. Es un gran aliado en la caída del cabello, además de por todo lo dicho, por su capacidad de reducir el estrés.

El girasol

Los aceites que están presentes en esta semilla tienen efecto antiinflamatorio, por lo que está indicado su consumo en todos los procesos que cursan con inflamación, ya sea de las mucosas, articulaciones, piel, etc.

Entre las vitaminas del grupo B que contiene, destaca la B1, esencial en el equilibrio del sistema nervioso. Por eso las semillas de girasol son de gran ayuda para mejorar el funcionamiento cerebral en desórdenes neurológicos como la enfermedad de Parkinson, la esclerosis múltiple, la enfermedad de Alzheimer, etc.

Su consumo permite que mejore la salud ocular gracias a su contenido en cisteína. Al igual que la anterior, es una semilla altamente remineralizante.

La calabaza

Sus semillas se han usado tradicionalmente para combatir las lombrices intestinales, para eliminar la retención de líquidos y para ayudar a expectorar. Podemos verlas como poderosos limpiadores que activan todas las funciones de eliminación: intestinal, renal y respiratoria.

Son un gran aliado en caso de prostatitis, artritis, síndrome premenstrual… ya que modulan la inflamación de cualquier órgano.

Sus grasas saludables ayudan a bajar el colesterol y a reducir la presión arterial.

Son excelentes para frenar el envejecimiento de la piel y para su correcta nutrición gracias a su poder antioxidante. De la misma manera son efectivas para combatir los casos de acné.

El lino

El aceite de lino está indicado en las enfermedades cardiovasculares por su contenido en ácidos grasos omega 3. Estas grasas son también de gran ayuda en los cánceres de mama y colon.

El equilibrio de los ácidos grasos omega 3 y omega 6 hace que el lino se comporte como el antiinflamatorio perfecto. Su consumo es recomendable en los casos de artritis, nefritis, cistitis, amigdalitis, faringitis, etc.

Es muy útil en el estreñimiento, diverticulitis e inflamación intestinal por los mucílagos y fibras que contiene.

Los lignanos presentes en la semilla – fitoestrógenos naturales que neutralizan otras hormonas de procedencia animal – van a ayudar en alteraciones hormonales como la endometriosis y otras.

Otras semillas

Como decíamos al comienzo existen otras muchas semillas que, aunque son ricas en grasas saludables, no son equilibradas desde el punto de vista energético. Precisamente por eso no es aconsejable su consumo. Las semillas de Chía son un ejemplo, en este caso.

La Chía (Salvia hispánica) es una planta originaria del sur de Méjico, Guatemala y Nicaragua y junto con el lino es una de las especies más ricas en ácidos grasos insaturados (34 por ciento). Tiene un altísimo contenido en fibra (40 por ciento), se alaba su riqueza en proteínas (20 por ciento), antioxidantes, calcio… Sus semillas se han utilizado tradicionalmente como alimento y fueron desplazadas por los cereales aportados por los españoles, hasta que prácticamente desapareció su cultivo.

Hoy la publicidad nos la presenta como un extraordinario alimento por su riqueza en nutrientes, pero no nos advierten sobre sus características energéticas: es una semilla fuertemente yin o, lo que es lo mismo, con una poderosa energía expansiva. Absorbe hasta 27 veces su peso en agua, esto le confiere un poderoso efecto saciante y nos puede producir efectos adversos como hinchazón dolorosa del estómago y el esófago, inflamación abdominal, gases, estreñimiento y diarrea.

Por otra parte las semillas no están indicadas en personas con presión arterial baja, ni en las que tienen divertículos, ya que su contenido en fibra es excesivo. Tampoco las deberían consumir si se toman anticoagulantes.

Los alimentos equilibradores no deben tener contraindicaciones o efectos adversos: no importa que no sean tan ricos en nutrientes.

Modo de incluir las semillas en la dieta

Siempre consumiremos semillas de procedencia ecológica. La mejor forma de tomarlas es ligeramente tostadas y molidas, con o sin sal marina añadida.

Una cucharadita al día es suficiente, independientemente de que usemos un sólo tipo de semilla o una mezcla de varias. Esta recomendación es absolutamente orientativa ya que el aporte de ácidos grasos depende del resto de alimentos que incluyamos en la dieta.

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