La hepatitis y la cirrosis hepática II

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Es una enfermedad degenerativa que afecta más a los hombres que a las mujeres y puede llevar a la muerte. Según la OMS mueren al año 27.000 personas a causa ella.


Continuación del post: “La hepatitis y la cirrosis hepática I”

La cirrosis es una afectación del hígado donde el tejido normal va siendo reemplazado por tejido cicatricial, fibroso, falto de elasticidad. En el proceso se depositan fibras de colágeno en el hígado que dificultan la relación entre las células y la sangre. En esas condiciones se bloquea parcialmente la circulación y el hígado va perdiendo la capacidad de controlar infecciones, de procesar nutrientes, de fabricar las proteínas que regulan la coagulación de la sangre, de producir la bilis necesaria para absorber las grasas, etc.

Entre las causas conocidas están el consumo de alcohol, el tener hepatitis C, la obesidad, el hígado graso no alcohólico, las enfermedades de las vías biliares y los medicamentos. Esto nos habla de tres aspectos: toxicidad (alcohol y medicamentos), malos hábitos (obesidad e hígado graso) e inmunodeficiencia (infecciones).

Síntomas

El paciente en las primeras fases de la enfermedad, puede estar asintomático, pero más adelante puede tener además de debilidad y fatiga, pérdida de peso, náuseas, vómitos, pérdida de apetito, dolor abdominal… y si la enfermedad se complica puede haber ascitis, edemas, hemorragias, hipertensión portal, varices esofágicas, esplenomegalia, ictericia…

Diagnóstico

Se hace mediante diversas pruebas que van desde análisis de sangre, resonancia magnética, ecografía, biopsia… es el médico quien decide el tipo de pruebas necesarias para diagnosticar la enfermedad y el grado de evolución.

Tratamientos convencionales

El tratamiento que ofrece la medicina a los enfermos de cirrosis es evitar el alcohol y tomar diuréticos si hay ascitis, interferón si hay hepatitis C, betabloqueantes si hay hipertensión portal, hemodiálisis si hay insuficiencia hepatorrenal… es decir medicamentos sintomáticos que actúan sobre las consecuencias del deterioro del tejido hepático. El tratamiento definitivo es el trasplante hepático.

Enfoque alternativo

Lo que ocurre muchas veces es que el paciente no es bebedor de alcohol, cree comer sano porque toma todos los días 5 piezas de fruta y productos lácteos varios. No entiende por qué tiene las defensas bajas y muchas veces no logra saber cómo ha tenido lugar el contagio. De este modo la enfermedad va avanzando más o menos lentamente y muchas veces el paciente debe ser trasplantado.

Existen otros abordajes importantes que permiten implicar al paciente en su recuperación y no quedarse esperando a que suceda lo peor. Lo explicaremos en el próximo post.

Continúa en el post: “La hepatitis y la cirrosis hepática III”

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