Continuación del post anterior.
La refrigeración
Aunque todos tengamos un frigorífico en casa, intentaremos utilizarlo lo menos posible. La refrigeración, aunque nos da una apariencia de frescor en los alimentos, éstos pierden mucho desde el punto de vista energético. Las frutas refrigeradas, muchas veces, están sanas por fuera y podridas por dentro.
La necesidad de refrigerar los alimentos depende mucho de nuestros hábitos alimenticios. Si miramos atrás, en mi infancia, en los hogares de mi barrio no había frigoríficos, solo una fresquera que era un armario con ventilación en la cara norte de las casas que permitía mantener los alimentos frescos, que no fríos. Enseguida aparecieron las neveras en las que cada día se derretía la barra de hielo que repartía el camión por las mañanas. A continuación apareció el frigorífico que tenía un pequeño compartimento para los cubitos de hielo: el congelador. Mucho más recientes son los “combi” mitad frigorífico, mitad congelador y los arcones congeladores. La última versión son unos grandes armarios frigoríficos, casi como los roperos de los dormitorios, dos grandes puertas que se abren de par en par y que ocupan un lugar principal en la cocina.
El aumento de tamaño de los refrigeradores tiene que ver con el aumento de consumo de alimentos con tendencia a la putrefacción como la carne, pescado, productos lácteos y frutas. El arroz, la pasta, el mijo, las lentejas… no necesitan refrigeración.
La congelación
El congelador es para un uso ocasional, ya que además de destruir vitaminas, desenergetiza los alimentos, los desprovee de su energía vital. Por eso los alimentos descongelados se descomponen muy fácilmente. El frío que produce un aparato eléctrico no tiene nada que ver con el frío natural de los neveros de las montañas.
Un consumo regular de alimentos congelados nos lleva a una pérdida de vigor, de falta de resistencia y de calor interno.
La congelación nos tiene que servir para alguna fantasía como un helado veraniego o para conservar muy ocasionalmente algún alimento perecedero.
Mucha gente piensa que el frío e algo de “quita y pon” es decir, si hoy congelo un alimento y mañana lo descongelo y lo caliento, ya está, no pasa nada. Hoy sabemos que las cosas no son así. El agua tiene memoria y el frío a la larga enfría. Hablando de la memoria del agua, os diré que es una de las bases de la homeopatía y os remito al post en el que hablamos de la memoria del agua en relación a los alimentos y a los procesos vitales.
Como somos animales de sangre caliente, debemos valorar las profundas alteraciones de nuestro equilibrio físico/químico que acarrea el que la mayoría de los alimentos que consumimos hayan estado refrigerados y/o congelados.
Cuando mi hijo era pequeño, la madre de uno de sus amigos comentaba con otra hablando de él: “Que pena me da el niño, su madre tiene siempre el frigorífico vacío”. Cuando no incluyes en tu dieta alimentos perecederos te puede sobrar sito en el frigorífico. Solo había algún bote de pickles abierto, el miso, alguna bebida vegetal y poco más.
Continuamos en el próximo post.