Cuando nos diagnostican una enfermedad, muchas veces nos dicen cómo se llama y cómo se manifiesta, y existe la tendencia a confundir los síntomas con la propia enfermedad. No es común abordar las causas que nos lleva a enfermar. En este post vamos a profundizar en por qué se produce la enfermedad, para así poder aspirar a recuperar la salud más allá del consumo de fármacos.
Salud y enfermedad son dos manifestaciones del constante equilibrio a través del cual se expresa la vida.
La salud sería un estado de armonización activa con nuestro medio ambiente, un modo de disfrutar con muchas cosas y personas, una forma de constante creatividad y progreso.
La enfermedad es una condición que aparece cuando se altera ese equilibrio que es la salud; de modo que la definiremos como el intento del organismo de defenderse de las agresiones: agentes patógenos, condiciones ambientales o toxicidad interna.
Para comprender los mecanismos de la vida, en los que la salud es su máxima expresión, debemos considerar el cuerpo humano como un sistema de flujo controlado cibernéticamente. De manera que cuando penetran en el sistema sustancias tóxicas (microorganismos, contaminantes…), nuestro organismo reacciona activando sus mecanismos de defensa con la finalidad de restablecer el equilibrio de flujo alterado. Así la enfermedad sería la expresión de los mecanismos de defensa.
La enfermedad se va a instaurar de una forma progresiva conforme el flujo tanto de materia como de energía se vea alterado. No es una condición de aparición súbita: no pasamos de estar bien hoy a estar enfermos mañana.
A continuación describimos las diferentes etapas en las que se manifiesta la enfermedad.
El mantenimiento de la salud
La excreción
El primer mecanismo que tiene nuestro organismo para mantener la salud es la capacidad de eliminación de toxinas. Para eso tenemos las vías emuntoriales:
- a través de los intestinos eliminamos los residuos sólidos,
- los riñones son los encargados de eliminar los líquidos y
- nuestros pulmones eliminan los gases de la respiración.
De modo que cuando gozamos de buena salud, eliminamos de forma normal a través de la orina, las heces, el sudor, la actividad física, la expresión, las actitudes mentales… y las mujeres, además, a través de la menstruación, el embarazo y la lactancia.
Si utilizamos la frase El cuerpo es el templo del espíritu en este contexto, podemos interpretar que el cuerpo es la casita donde vive el yo. Pues bien, si el cuerpo es nuestro hogar, los mecanismos de excreción se podrían comparar con el hecho de mantener la casa limpia después de llevar al contenedor de basura todos los residuos acumulados a lo largo del día.
La inflamación
La eliminación anormal o excesiva aparece cuando comemos inadecuadamente. Al aumentar la cantidad de residuos y/o de toxinas, nuestros órganos reaccionan inflamándose y dan lugar a fiebre, tos, diarrea, exceso de orina, sudoración, temblores, estremecimientos, pesadillas, conductas anormales…. Es muy importante interpretar la inflamación como el mecanismo de reacción que tiene nuestro cuerpo para eliminar los residuos.
De hecho antes de la aparición de los medicamentos los antinflamatorios que abortan la inflamación, los remedios populares eran expectorantes emolientes, purgantes… es decir favorecedores de la expulsión de residuos. De hecho hay expresiones populares que afirman: mocos es salud, porque lo que sale, no se queda dentro.
Si los excesos continúan y los riñones no son capaces de eliminar tanta carga tóxica, aparecen los problemas en la piel. Son manifestaciones comunes las manchas, pecas, lunares, verrugas… o el acné, dermatitis, eccema, psoriasis…
Si no corregimos nuestros hábitos alimenticios y utilizamos antiinflamatorios de forma continuada, bloquemos la reacción del cuerpo de eliminar las toxinas a través de la piel con lo que la enfermedad pasa al siguiente estadío.
La deposición
Cuando la inflamación se mantiene, y nuestra capacidad de eliminación se colapsa, entramos en una nueva etapa que la que las toxinas se depositan almacenándose en órganos cada vez más alejados de las vías de eliminación.
Esta es la fase de acumulación o de deposición en la que se van a ver afectados cada vez más órganos del cuerpo.
Las primeras acumulaciones aparecen en la garganta, nariz, oídos y senos nasales, descendiendo poco a poco a los bronquios y los pulmones. Cuando las toxinas se alojan en el pecho dan lugar a las bronquitis y las neumonías. Otro lugar de acumulación en las mujeres son las mamas. Aquí se depositan los excesos de grasas y proteínas, dando lugar a los fibromas…
Conforme nos hacemos mayores, pueden aparecer acumulaciones de toxinas en la vesícula biliar o en los riñones: son los temidos cálculos. Los riñones pueden estar semi obstruidos por excesos de grasa o de sal.
Los órganos sexuales son también lugares de acumulación. En los hombres principalmente la próstata y en las mujeres los ovarios, el útero y las trompas.
Los depósitos de toxinas como los pólipos, nódulos, fibromas, adenomas, cálculos… se denominan benignos ya que en esta etapa del desarrollo de la enfermedad, todavía no se han dañado las estructuras celulares.
Retomando la comparación de mantener nuestro hogar limpio, esta fase representaría sacar las bolsas de basura al descansillo y no llevarlas al contenedor. En el rellano de la escalera se irían almacenando más y más bolsas, creando una condición insalubre.
Las fases celulares
Si los hábitos de vida erróneos continúan, las toxinas o los excesos van a alterar todas las estructuras de la célula, desde la membrana, pasando por las mitocondrias… hasta el mismo núcleo celular. En esta fase aparecen las enfermedades degenerativas que son las principales causas de muerte en los países ricos.
Son manifestaciones de esta etapa las enfermedades cardiovasculares, muchas infecciones víricas, la cirrosis, el asma, el lupus y todas las formas de cáncer. Los daños estructurales que aparecen en las células en esta etapa son responsables de las alteraciones metabólicas que dan lugar a las enfermedades de peor pronóstico.
Esta visión que nos la aportan la Medicina Oriental y la Macrobiótica, es ampliamente corroborada por la Medicina Biológica occidental desarrollada por el Dr. Reckeweg.
Continúa en el post: El desarrollo progresivo de la enfermedad II