Comienza el otoño y para muchos el calvario de los resfriados, catarros, amigdalitis, faringitis… y otros males, por lo que hay que abrigarse y protegerse contra esos agentes externos como son el frío y la humedad.
Hay personas que han comprobado que si viajan por ejemplo a Alicante o al sur durante el invierno, se resfrían menos, y en mi infancia se consideraba saludable cambiar de clima para mejorar la salud.
Debemos hacer una reflexión: hay personas que pasan el invierno entre un resfriado y otro y otras que no enferman durante toda la estación fría. ¿Cómo es posible, si la temperatura exterior es la misma para ambos grupos?
Para gozar de buena salud en invierno y no padecer resfriados, además de abrigarnos, debemos conocer el efecto enfriador de algunos alimentos de consumo frecuente. De ese modo controlaremos tanto el frío que viene del exterior como el frío interno.
Los agentes causales externos e internos
En occidente se contemplan casi con exclusividad los agentes causales externos como los responsables de las enfermedades y uno de los más relevantes es el clima. La visión oriental, complementaria de la anterior, nos habla además de los agentes causales internos. Como en términos generales, lo oriental, nos suena «a chino», vamos a explicar este concepto.
La salud: el equilibrio con el ambiente que nos rodea
La salud es el estado de armonía, de equilibrio o de resonancia con el entorno que nos rodea, y como somos animales de sangre caliente y salada, es esencial que mantengamos esas dos constantes en equilibrio: el calor interno y la alcalinidad de nuestro medio interno.
Si en nuestra alimentación cotidiana dominan los alimentos de naturaleza enfriadora como las ensaladas y frutas, sin hablar de los alimentos dulces como los zumos y los productos lácteos, es fácil entender que se sume al efecto enfriador del clima (agente causal externo), el de nuestra dieta (principal agente causal interno) y que tengamos facilidad para tener resfriados.
En las sociedades tradicionales donde se respetaba la sabiduría ancestral, en invierno se tomaban las frutas cocinadas (en compota o asadas), se añadía sal a la leche al ponerla a hervir y se tomaban alimentos cocinados durante largo tiempo como los potajes, sin embargo en la actualidad, donde escuchamos lo que dicen los «expertos», en invierno en zonas de nieve y heladas tomamos zumos de cítricos para «subir las defensas», acompañados de alimentos crudos y refrigerados y teniendo mucha precaución con la sal.
Los microbios
Los virus y las bacterias están siempre en nuestro entorno, sólo que en equilibrio en cuanto al número de colonias y no representan ninguna amenaza. Lo que hace peligrosos a los microorganismos es la multiplicación descontrolada, la proliferación.
Para que las bacterias y los virus se multipliquen necesitan un caldo de cultivo adecuado y lo encuentran cuando nuestro medio interno está desequilibrado por el efecto de una dieta enfriadora y acidificante, siendo irrelevante la bajada de las temperaturas.
Hecha esta reflexión, os animo a dejar atrás los alimentos refrescantes y enfriadores. A la vez que recogemos las chancletas y las toallas de la playa, comenzaremos a aumentar ligeramente la cantidad de sal, a reducir la ingesta de líquidos, a cocinar más tiempo los alimentos, a incluir pequeñas cantidades de algas y algo más de alimento animal, a recuperar los potajes, etcétera.
De ese modo podemos llevar a la práctica el aforismo de Hipócrates: «Que tu alimento sea tu medicina y que tu medicina sea tu alimento» y en tal caso no necesitaremos medicamentos.
Si tomamos alimentos calentadores y el balance de nuestra dieta es alcalinizante, nuestras defensas estarán fuertes y no sucumbiremos ante ninguna infección.