Cómo planificar un menú equilibrado VI: el sabor dulce

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En la línea de los post anteriores hoy explicamos todo lo que hay que saber sobre el sabor dulce, que no es lo mismo que azucarado, y su relación con el funcionamiento de nuestros órganos internos.

Continuación del post: “Cómo planificar un menú equilibrado V: el sabor amargo”

El sabor dulce debe ser el predominante en nuestro menú, no nos referimos a lo que sabe dulce en la boca, como la miel, el azúcar, la leche o la fruta, sino al sabor dulce neutro que aparece en nuestra boca después de masticar los cereales y al que está presente muchas verduras cocinadas como las zanahorias y las cebollas.

El sabor dulce

Podemos distinguir tres tipos de sabores dulces con muy diferentes efectos sobre nuestro equilibrio interno:

El dulce neutro que es fuente de salud, es el que está presente en todos los cereales integrales después de cocinados y masticados. Tanto el fuego como la masticación, desdoblan las cadenas de los hidratos de carbono complejos hasta la obtención de las maltosas que son azúcares rápidos y por lo tanto de sabor dulce intenso.

También son dulces neutras verduras como las coles, coliflores, judías verdes, zanahorias, calabazas y cebollas, puerros, etc.

Estos alimentos tonifican al estómago, el bazo y el páncreas; son por lo tanto imprescindibles en nuestra dieta. Es importante saber que este sabor proviene de alimentos que contienen hidratos de carbono complejos.

El dulce azucarado es el que predomina en las frutas, la miel, la panela, las maltas, el azúcar blanco o integral… y la leche. Estos alimentos son ricos en glucosa, fructosa y galactosa que al ser hidratos de carbono de absorción rápida, son responsables de los desequilibrios del páncreas y de muchos desórdenes digestivos.

El dulce químico es el que está presente en los edulcorantes  como la sacarina, el aspartamo, el sorbitol, etc. que debe ser descartado de nuestra alimentación por los peligros que conlleva.

Los alimentos del primer grupo estarán presentes en la dieta cada día, los del segundo grupo serán de consumo ocasional o poco frecuente y los del tercer grupo deben ser evitados en todos los casos.

Lo dulce es adictivo

Cuando las personas consumen muchos dulces, hacen que el páncreas produzca mucha insulina para regular los niveles de glucosa sanguíneos y como consecuencia se produce una hipoglucemia reaccional. Esta bajada de azúcar hace que el cuerpo nos pida dulce y  comienza el círculo vicioso que muchos definen como adicción.

Los alimentos ricos en hidratos de carbono de absorción rápida son responsables de alteraciones digestivas varias a nivel del estómago, debilitan la sangre tanto roja como blanca y producen alteraciones hormonales.

En el plano emocional son responsables de desequilibrios en el estado de ánimo haciendo que pasemos de la euforia a la depresión como si fuésemos en una montaña rusa, favoreciendo la falta de autoestima y el sentimiento de víctima.

Los cereales integrales son la opción saludable en todos los casos.

Continuará en el post: “Cómo planificar un menú equilibrado VII: el sabor picante”

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