En la actualidad, una gran mayoría de mujeres de los países desarrollados sufre algún tipo de alteración hormonal. Es tan frecuente escuchar tengo hipotiroidismo, síndrome premenstrual, endometriosis, etc., que algunas personas lo consideran normal, cuando en realidad es un indicador importante de un estado de salud alterado.
Si echamos la vista un poco atrás, a la generación de nuestras madres y abuelas, observamos que no existía la plaga de endometriosis, infertilidad y ovarios poliquísticos que vemos cada día en la consulta.
Independientemente de los agentes causales externos, entre los que destacan el estrés y la contaminación ambiental, está presente en todos los casos una profunda transformación en los hábitos alimenticos de las últimas generaciones como explicamos a continuación.
A lo largo de los últimos 80 años hemos asistido a un cambio enorme en lo que se refiere a nuestra forma de comer. A la vez que han variado nuestros hábitos de alimentación, han aparecido más de 200 enfermedades nuevas, llamadas de la civilización, que afectan de modo particular a los habitantes de los países desarrollados.
Los cereales, que han sido la base de la dieta en todas las civilizaciones que nos han precedido, han desaparecido de nuestra mesa a excepción del trigo y del arroz. Las legumbres que siempre se tomaban combinadas con ellos, también han caído en desuso.
En la actualidad, el consumo de pan es cinco veces menor que hace un siglo y los cereales del pasado, que eran integrales, han sido sustituidos por los refinados y modificados genéticamente.
Mientras se dejan de lado los alimentos tradicionales, se introducen a diario las frutas, productos lácteos y huevos. La cantidad de carne que se come se multiplica por cinco y el del azúcar por 15. Del mismo modo, las conservas y los alimentos procesados pasan a ocupar un papel muy importante en nuestra alimentación.
A diferencia de los hombres, por las características de nuestro sistema hormonal se da la circunstancia de que, además de compartir con ellos la hipertensión, sobrepeso, hipercolesterolemia, etc., padecemos unas alteraciones metabólicas que afectan directamente a nuestro sistema hormonal.
Haciendo una extrapolación entre el macrocosmos y el microcosmos, observamos a nivel del planeta unas profundas alteraciones del clima, donde las sequías llegan a ser catastróficas y las inundaciones también. Este fenómeno se conoce como el cambio climático: la antesala de la desertización.
Si contemplamos nuestro organismo como un ecosistema interior, donde cultivar nuestra salud hormonal como si fuese una planta, observamos que ocurre lo mismo que a nivel del planeta: lejos de tener una pubertad sin problemas, una vida sexual sin conflictos y una capacidad reproductora intacta, nuestro equilibrio hormonal es tan precario que necesitamos tener un ginecólogo durante toda la vida para que se ocupe de nuestro síndrome premenstrual, reglas dolorosas, acné, etc. Es impensable que los hombres necesitasen un andrólogo para lograr un buen equilibrio hormonal.
De hecho, en condiciones de salud, en un momento determinado de nuestra vida, comenzamos a menstruar (menarquía) de una forma natural, tenemos una vida fértil de unos 40 años y a partir de ese momento dejamos de ovular y perdemos la capacidad reproductora (menopausia).
Los mecanismos de la vida son tan sabios que saben cuándo empezar y cuándo terminar, pero cuando los ignoramos y tenemos unos hábitos de vida poco o nada saludables, nuestro periodo fértil se acorta y va acompañado de múltiples disfunciones como ovarios poliquísticos, amenorreas, problemas de fertilidad, etc.
Continuará en el post: Alteraciones hormonales femeninas II