La soja es una legumbre nutricionalmente muy interesante por su contenido en proteínas, grasas insaturadas, fibra, etc. pero es tan indigesta que los asiáticos no la han consumido tal cual a lo largo de la historia como como se hace con el resto de legumbres, azukis, lentejas, etc.
Desde los tiempos más antiguos la soja se ha fermentado y son precisamente los derivados fermentados de la soja los que son saludables: hablamos del miso y el tamari. Estos alimentos contienen, además de los nutrientes de partida de la soja, los probióticos y las enzimas que se producen durante la fermentación.
Estos dos alimentos, al estar “curados” con sal durante largo tiempo, tienen un poderoso efecto regulador del medio interno, es decir: alcalinizan, revitalizan, son antioxidantes… y curiosamente no se publicitan como en el caso de la bebida de soja.
La popularización de la bebida de soja viene de la mano de propia industria láctea, que, conocedora de los problemas que acarrea el consumo de los productos lácteos, nos ofrece como alternativa una bebida vegetal blanca que recuerda a la leche. Esto unido a la idea de que lo oriental es saludable, ha puesto de moda esta bebida.
Es cierto que desde el punto de vista nutricional es un alimento aceptable, pero desde el punto de vista energético no lo es tanto: es fuertemente yin, o lo que es lo mismo, altamente enfriadora, muy indigesta e inhibidora de la vitalidad sexual y reproductora.
Por eso se puede consumir de forma ocasional si se tiene buena salud digestiva, pero en ningún caso debe ser utilizada como sustituto de la leche de vaca ya que no nos aporta ninguna ventaja.