Harina blanca y vida corta

A principios del siglo XIX en pruebas de alimentación con animales, M. Magendie un científico francés, descubrió que la harina blanca refinada no permitía el mantenimiento de la vida. En uno de sus experimentos concluyó: “Un perro alimentado en forma indefinida con pan blanco y agua, no vive más allá de los 50 días y sin embargo, un perro alimentado con pan tosco de cebada como el que comen los soldados, vive y mantiene la salud”.

La doctora Kousmine en su libro ¡Salve su cuerpo! escribió: “El grano de trigo triturado y transformado en harina deja de estar vivo. La harina blanca es un alimento muerto que se conserva muy bien; de hecho los roedores no se alimentan de ella, el instinto les lleva a evitarla, no la tocan”.

En otra parte del libro añadió: “Los ratones criados con harina molida hace más de 6 semanas se crían mal y tampoco es posible criar pollos con harina vieja.  No ocurre lo mismo si la harina es recién en molida”.

Si echamos un vistazo a la historia, los ejércitos romanos de antaño salían de campaña llevando consigo trigo y mijo en grano, así como una muela por unidad de ejército, llamada cohorte. La molienda se efectuaba todos los días. Cada soldado recibía setecientos cincuenta gramos de cereales por día.

Si la harina integral recién molida era la base de la alimentación de un ejército que conquistó media Europa debemos reflexionar sobre de dónde venimos y hacia dónde vamos.

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