Una forma de comer legumbres un poco más laboriosa que los garbanzos de siempre, pero más divertida. Útil sobre todo si tenemos niños o en personas que necesitan dar variedad a sus platos.
Ingredientes:
- Un bol de garbanzos cocidos
- Medio bol de cebolla
- Tres cucharadas copos de avena finos
- Una cucharada de tamari
- Aceite de oliva virgen extra
- Sal marina
- Semillas de sésamo
Lavamos bien los garbanzos y los ponemos en remojo con agua filtrada o embotellada la noche anterior. Descartamos el agua del remojo, los enjuagamos y los cocinamos en la olla a presión con agua filtrada o embotellada y sin sal.
Cuando la olla alcanza el punto de presión, bajamos el fuego al mínimo y mantenemos la cocción unos 40 minutos. Una vez cocidos retiramos el caldo para su uso posterior como fondo de sopa, o para hervir unas verduras, etc.
Mientras se cuecen los garbanzos, cortamos la cebolla en dados muy pequeños y la saltemos en una sartén con un poco de aceite y sal marina.
Trituramos los garbanzos aplastándolos con un tenedor de forma que nos quede una pasta. Los añadimos al sofrito de la cebolla junto con una pequeña cantidad de copos de avena para que la masa sea más manejable. Sazonamos con un poco de tamari y mantenemos el fuego bajo unos cinco minutos. Dejamos enfriar un poco la masa.
Damos forma a las croquetas y las pasamos por las semillas de sésamo a modo de «pan rallado». Las podemos freír en abundante aceite y al sacarlas de la sartén las colocaremos sobre un papel absorbente, o meterlas al horno a gratinar, según el gusto.
En ambos casos las tomaremos calientes con unas gotitas de tamari por encima y acompañadas de algunas verduras escaldadas o unas zanahorias ralladas con unas hojitas de endivias.