Los agentes causales de las enfermedades son tanto de origen interno como externo. Sin embargo, en occidente se les da mucha más importancia a estos últimos: nos referimos a las condiciones climáticas, las malas posturas, los contagios, etc.
Como en muchos casos estos aspectos externos no dependen de nosotros, el margen de actuación es muy reducido. De este modo, contraer determinadas enfermedades nos puede parecer normal.
La Medicina Oriental, sin embargo, contempla además de los ambientales, los agentes causales internos. Hablamos de todos aquellos que producen una alteración de nuestro medio interno, es decir, el desequilibrio de las constantes que definen la vida, como son: el grado de acidez/alcalinidad, el nivel de oxidación/reducción, la concentración de electrolitos en los fluidos corporales y la relación sodio/potasio.
Para lograr el equilibrio de estos factores internos nuestra actuación es determinante. La clave para crear las condiciones de salud descansa en una alimentación adecuada donde, el resultado de lo que comemos, debe ser alcalinizante, antioxidante, no concentrado ni diluido y con una relación sodio/potasio semejante a la de las células. De modo que una alimentación equilibrada es la principal herramienta tanto en el mantenimiento como en la recuperación de la salud.
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