El jengibre

Algunos lo conocen como un encurtido de la cocina japonesa, pero es un gran aliado en la cocina tanto en uso interno como externo.

El jengibre común (Zingiber officinale) es ampliamente utilizado como condimento tanto fresco como seco o encurtido. Las partes que se utilizan son las raíces y si el jengibre que compramos es fresco no es necesario pelarlas. Tiene un sabor ligeramente picante y un poco afrutado.

Es originario del sudeste asiático, aunque en la actualidad el primer productor mundial es Jamaica. En occidente, fue ampliamente utilizado por el imperio romano, luego cayó en el olvido y fue recuperado por Marco Polo en un viaje a Oriente.

Uso interno

Es sobre todo un tónico del aparato digestivo, calentador y fortalecedor de la digestión ayudando a mejorar la absorción de los alimentos. Estimula al páncreas y aumenta la producción de enzimas digestivas. Está indicado tanto en casos de gastritis, en la infección de Helicobacter pylori, en úlceras de duodeno, en diarreas y cuando hay gases.

Igualmente es el mejor remedio para los vómitos de cualquier origen: lo mismo en los viajes que en los tratamientos de quimioterapia, en el embarazo, después de una intervención quirúrgica, etcétera.

Por su efecto calentador también es de gran ayuda en los problemas circulatorios tanto en la circulación coronaria como en la circulación periférica. También está indicado en casos de resfriados, sinusitis y gripe, con o sin fiebre.

Uso externo

El jengibre fresco o seco, tiene unas cualidades analgésicas y antiinflamatorias, por lo que no deberá faltar en nuestra despensa. Son tradicionales las compresas de jengibre tanto para aplicar la zona lumbar como en cualquier articulación dolorida.

Compresas de jengibre en la zona lumbar

Rallamos abundante jengibre fresco con un rallador de porcelana, tomamos una cantidad como una pelota de tenis y lo ponemos en un saquito de tela o en una muñequilla de algodón.

Calentamos tres litros de agua en una olla, metemos la bolsita y la estrujamos para que suelte el zumo. Cuando el agua está muy caliente (sin que llegue a hervir), introducimos un paño o toalla de algodón y lo retorcemos, teniendo cuidado de no quemarnos.

Aplicamos el paño sobre la zona dolorida y lo cubrimos por encima con una toalla seca para mantener el calor. A continuación, mientras estamos recibiendo el calor, la persona que nos aplica las compresas, preparará una segunda toalla para sustituir a la anterior, antes de que se enfríe. Repetimos la operación cinco o seis veces. La aplicación debe durar unos 20 minutos. Se puede repetir durante diez días.

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