La depresión I

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Ayer se celebró el día Mundial de la salud mental y los medios de comunicación se hicieron eco de que la depresión es el trastorno más frecuente. Hoy quiero compartir con vosotros un enfoque desde el que poder abordar la enfermedad sin tener que recurrir a los fármacos.

Definimos la depresión como una disminución de la energía vital que nos lleva a sentirnos abatidos, desanimados e infelices, sin capacidad para disfrutar de los acontecimientos de la vida cotidiana.


Según la OMS en el mundo hay más de 350 millones de personas con depresión. Estudios y estadísticas parecen coincidir en que la prevalencia es casi el doble en las mujeres que en los hombres, aunque no son pocos los trabajos que cuestionan esta diferencia. Existen estudios que indican que la depresión en los hombres es mucho menos admitida y su sintomatología se reporta de manera diferente.

Manifestaciones y síntomas

El estado depresivo se manifiesta sobre todo en la esfera afectiva como tristeza, decaimiento, frustración, etc. pero también se puede expresar en el plano cognitivo o somático como una falta de interés por la vida, una apatía y una incapacidad de afrontar los desafíos cotidianos.

La depresión puede tener importantes consecuencias sociales, laborales y personales; desde la incapacidad laboral hasta el suicidio. Otros síntomas por los cuales se puede detectar este trastorno son el cambio del aspecto personal, un tono de voz bajo, una tristeza constante con tendencia al llanto fácil, etc. También se puede manifestar como disminución de la atención, ideas pesimistas, pensamientos hipocondríacos y alteraciones del sueño.

¿Qué origina la depresión?

La medicina explica que el origen de la enfermedad es complejo y en su aparición influyen factores genéticos, biológicos y ambientales. Una nueva rama de la ciencia, la psico-neuro-endocrino-inmunología, nos explica cómo se relacionan los factores biológicos y psicológicos.

Los tratados médicos relacionan la depresión con el estrés psicosocial, los traumas, el tabaquismo, la obesidad, las alteraciones del sueño, los trastornos atópicos, las enfermedades periodontales, el sedentarismo, la inflamación, el tipo de dieta, el aumento de la permeabilidad intestinal, el déficit de vitamina D y un largo etcétera.

Resulta complicado incluso para los expertos hacer un abordaje tan extenso a la hora de tratar al paciente depresivo, por eso nosotros proponemos separar los agentes causales externos, medioambientales y sociales, de los internos donde la dieta es el principal, como explicamos a continuación.

La dieta moderna

Con el advenimiento de la revolución industrial y la mecanización de la agricultura comenzó a haber excedentes en la producción agrícola, se empezó a producir carne para consumo humano y dio comienzo el desarrollo de la industria alimentaria procesando, manipulando y elaborando los alimentos.

Este cambio fue el comienzo de una menor ingesta de fibra, minerales y vitaminas, acompañado de un aumento del consumo de azúcares de alto índice glucémico y grasas saturadas. El balance de las dietas modernas es claramente pro inflamatorio y alterador de la permeabilidad de la mucosa intestinal, dos aspectos que oficialmente se relacionan con los estados depresivos.

Continúa en el post: «La depresión II»

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